?Mi padre siempre dec¡a: ®ver para creer¯. Desde esa premisa se form¢mi infancia?
Su infancia se tornaba corriente en una vidacotidiana de barrio obrero, entorno humilde y vida sencilla. Sin saber que aquel gesto cambiar¡a para siempre el rumbo de su vida y casi por un impulso imposible de explicar, esa tarde sigui¢ a Valent¡n y entr¢ en aquel club de baloncesto. Aunque su madre, muy trabajadora, nodispon¡a de un presupuesto holgado para comprar ropa deportiva ydesarrollar ese sue¤o, con un golpe de gracia, las cosas avanzaron.Prometi¢, pese a la inestabilidad econ¢mica de aquellos momentos,volver la semana siguiente a los entrenamientos. La vuelta a casa lecostar¡a un enfado con su padre, que result¢, al fin y al cabo, quemerecer¡a la pena. Ese entregado padre que, como adulto que es, ten¡aesa convicci¢n y personalidad ya definida. Ese hombre frente al que ya no se pod¡a hacer nada para cambiar, con una claridad asombrosarespecto a su destino (que estaba escrito) siendo esa su forma de sery de pensar. Cre¡a que su identidad era una estructura r¡gida ydefinida, su otra frase era: ®Yo soy as¡¯. Con todas las dificultadesecon¢micas y ese rigor parental que reinaba no albergaba muchaesperanza, pero la insistencia del entrenador hizo que el prometidocomienzo de esa nueva etapa en el club se produjera sin m s demora. Yas¡, empezaron muchas cosas.